El técnico del Solla&Cía disputa su primer partido liguero en una década contra el equipo en el que protagonizó una etapa histórica, aunque marcada por la polémica.
Fran Teixeira se reencuenta con el club en el que marcó una época. El técnico del Solla&Cía se medirá este sábado en Chapela al Teucro, al que llevó en los noventa a su techo histórico en Asobal. Será su primer enfrentamiento liguero con los teucristas desde 2002, dirigiendo entonces al Octavio; y el primero desde 1997 como chapeleiro. "Un partido especial", admite el vigués, cuya relación con la entidad capitalina está repleta de paradojas y contradicciones, "de amor y odio", se atreve a definir.
Teixeira fue un entrenador de parto precoz. Siendo jugador del Santa Cristina tuvo que irse al servicio militar. Debutó a los 19 años en el banquillo del Ceutí. Al regresar encadenó etapas exitosas en Santa Cristina (1980-83), Lalín (83-85) y Mercantil (85-88). En todos esos clubes logró ascensos, ya fuese a Primera Nacional o a División de Honor Plata en la equivalencia actual. Y siempre con ofertas del Teucro, al que rechazó en dos ocasiones por considerar insuficientes sus condiciones. "Este hombre nunca dirigiría a nuestro equipo", llegó a proclamar el entonces presidente teucrista, Fernando Gago, enfadado por sus reiteradas negativas.
Pero reincidieron y acabaron cruzando sus caminos. Fue en 1988, en una maratoniana negociación que duró de siete de la tarde a siete de la mañana. El regateo sólo concluyó porque la mujer de Teixeira tenía que irse a trabajar y este debía encargarse de su hijo. El técnico se aseguró el control absoluto de la plantilla, que remodeló a su gusto. Solo siguieron en nómina Agrelo, Chan, Chiqui, Carlos y Paco Cereijo. Iría configurando el vestuario a su gusto: Ben Modo, Benés, Jordi Fernández, Geni, Dasilva, Stefanovic, Rajic... Son nombres míticos de sus ocho campañas al frente de Teucro. Algunos, descartes de equipos grandes y gangas (a Peric, que con el Atlético al borde de la desaparición vivía de prestado gracias a Prosinecki, lo fichó una noche en el Joy Eslava); otros, efervescentes promesas gallegas. Porque aunque sus críticos le reprocharon que no contase con la cantera, Teixeira prueba documentalmente que bajo su batuta debutaron 46 pontevedreses y dos coruñeses.
La división de opiniones respecto a su figura contrasta con sus logros. El Teucro ascendió en su primer ejercicio. Llegó a liderar la Asobal bajo su mandato en la temporada 94-95, que concluyó en cuarta posición. Disputó la Copa IHF al año siguiente. Sus colegas lo eligieron como entrenador del año en 1995 en una votación para la revista "Siete Metros". Dirigió junto a Juantxo Villarreal el combinado de extranjeros que inauguró el "partido de las estrellas" contra la selección española, con Wenta o Vujovic a sus órdenes. Cuatro veces salió a hombros de los aficionados.
Existía, sin embargo, un sector crítico extremo en su desafecto. Teixeira soportó duros titulares de prensa y afiladas invectivas radiofónicas cada vez que el equipo flaqueaba. Juan Sixto quiso echarlo nada más hacerse con la presidencia. Tardó en cogerle estima. Un 24 de diciembre lo convocó en su empresa. Acababan de perder por un gol en Málaga, resultado que los apartaba de la fase por el título. "Me van a destituir", le anunció Teixeira a su mujer. Se hablaba de Cadenas. Pero no. El hijo de Sixto había asistido a su charla técnica antes del partido. Se había dado cuenta de su precisión en la lectura del juego. "Fran no tiene la culpa", le había dicho a su padre. Teixeira salió de la reunión con una cesta de Navidad y la renovación. Algo parecido le ocurrió con Javier Varela, que también le amplió el contrato cuando en el entorno se presagiaba su despido. Una situación que le valió por limpiar el vestuario de aquellos que se estaban frotando las manos.
La relación acabaría llegando a su fin en 1996. El epílogo se produjo en un Teucro-Barcelona, con el pabellón abarrotado. Le tributaron un homenaje en un restaurante pontevedrés. Pero algunos puentes se habían roto. Teixeira y David Antón, que había ascendido al Pescanova Chapela a la Asobal, se cruzaron en el puente de Rande, intercambiando banquillos. En su primera visita al municipal pontevedrés, la directiva prohibió que se dijese su nombre por megafonía, como se acostumbraba con el entrenador rival. El Chapela perdió aquel partido. Ganaría en la segunda vuelta, con ambos conjuntos peleando por la permanencia. Los aficionados desplazados desde Pontevedra acabaron coreando el nombre de Teixeira. A la conclusión de la temporada, los chapeleiros se salvaban y los teucristas descendían.
Octavio (00-02), Gaia (02-03), Sporting de Lisboa (03-06) y Chapela en el regreso (desde 2007) han sido sus destinos posteriores. Varias veces le han llegado cantos de sirena del Teucro, nunca concretados y a veces convertidos en amargos malentendidos. Teixeira, no obstante, resume: "Le debo mucho al Teucro, que entonces era una religión, con una trascendencia superior al Pontevedra de fútbol. Fue una gran época".
armando álvarez | Faro de Vigo
Fran Teixeira se reencuenta con el club en el que marcó una época. El técnico del Solla&Cía se medirá este sábado en Chapela al Teucro, al que llevó en los noventa a su techo histórico en Asobal. Será su primer enfrentamiento liguero con los teucristas desde 2002, dirigiendo entonces al Octavio; y el primero desde 1997 como chapeleiro. "Un partido especial", admite el vigués, cuya relación con la entidad capitalina está repleta de paradojas y contradicciones, "de amor y odio", se atreve a definir.
Teixeira fue un entrenador de parto precoz. Siendo jugador del Santa Cristina tuvo que irse al servicio militar. Debutó a los 19 años en el banquillo del Ceutí. Al regresar encadenó etapas exitosas en Santa Cristina (1980-83), Lalín (83-85) y Mercantil (85-88). En todos esos clubes logró ascensos, ya fuese a Primera Nacional o a División de Honor Plata en la equivalencia actual. Y siempre con ofertas del Teucro, al que rechazó en dos ocasiones por considerar insuficientes sus condiciones. "Este hombre nunca dirigiría a nuestro equipo", llegó a proclamar el entonces presidente teucrista, Fernando Gago, enfadado por sus reiteradas negativas.
Pero reincidieron y acabaron cruzando sus caminos. Fue en 1988, en una maratoniana negociación que duró de siete de la tarde a siete de la mañana. El regateo sólo concluyó porque la mujer de Teixeira tenía que irse a trabajar y este debía encargarse de su hijo. El técnico se aseguró el control absoluto de la plantilla, que remodeló a su gusto. Solo siguieron en nómina Agrelo, Chan, Chiqui, Carlos y Paco Cereijo. Iría configurando el vestuario a su gusto: Ben Modo, Benés, Jordi Fernández, Geni, Dasilva, Stefanovic, Rajic... Son nombres míticos de sus ocho campañas al frente de Teucro. Algunos, descartes de equipos grandes y gangas (a Peric, que con el Atlético al borde de la desaparición vivía de prestado gracias a Prosinecki, lo fichó una noche en el Joy Eslava); otros, efervescentes promesas gallegas. Porque aunque sus críticos le reprocharon que no contase con la cantera, Teixeira prueba documentalmente que bajo su batuta debutaron 46 pontevedreses y dos coruñeses.
La división de opiniones respecto a su figura contrasta con sus logros. El Teucro ascendió en su primer ejercicio. Llegó a liderar la Asobal bajo su mandato en la temporada 94-95, que concluyó en cuarta posición. Disputó la Copa IHF al año siguiente. Sus colegas lo eligieron como entrenador del año en 1995 en una votación para la revista "Siete Metros". Dirigió junto a Juantxo Villarreal el combinado de extranjeros que inauguró el "partido de las estrellas" contra la selección española, con Wenta o Vujovic a sus órdenes. Cuatro veces salió a hombros de los aficionados.
Existía, sin embargo, un sector crítico extremo en su desafecto. Teixeira soportó duros titulares de prensa y afiladas invectivas radiofónicas cada vez que el equipo flaqueaba. Juan Sixto quiso echarlo nada más hacerse con la presidencia. Tardó en cogerle estima. Un 24 de diciembre lo convocó en su empresa. Acababan de perder por un gol en Málaga, resultado que los apartaba de la fase por el título. "Me van a destituir", le anunció Teixeira a su mujer. Se hablaba de Cadenas. Pero no. El hijo de Sixto había asistido a su charla técnica antes del partido. Se había dado cuenta de su precisión en la lectura del juego. "Fran no tiene la culpa", le había dicho a su padre. Teixeira salió de la reunión con una cesta de Navidad y la renovación. Algo parecido le ocurrió con Javier Varela, que también le amplió el contrato cuando en el entorno se presagiaba su despido. Una situación que le valió por limpiar el vestuario de aquellos que se estaban frotando las manos.
La relación acabaría llegando a su fin en 1996. El epílogo se produjo en un Teucro-Barcelona, con el pabellón abarrotado. Le tributaron un homenaje en un restaurante pontevedrés. Pero algunos puentes se habían roto. Teixeira y David Antón, que había ascendido al Pescanova Chapela a la Asobal, se cruzaron en el puente de Rande, intercambiando banquillos. En su primera visita al municipal pontevedrés, la directiva prohibió que se dijese su nombre por megafonía, como se acostumbraba con el entrenador rival. El Chapela perdió aquel partido. Ganaría en la segunda vuelta, con ambos conjuntos peleando por la permanencia. Los aficionados desplazados desde Pontevedra acabaron coreando el nombre de Teixeira. A la conclusión de la temporada, los chapeleiros se salvaban y los teucristas descendían.
Octavio (00-02), Gaia (02-03), Sporting de Lisboa (03-06) y Chapela en el regreso (desde 2007) han sido sus destinos posteriores. Varias veces le han llegado cantos de sirena del Teucro, nunca concretados y a veces convertidos en amargos malentendidos. Teixeira, no obstante, resume: "Le debo mucho al Teucro, que entonces era una religión, con una trascendencia superior al Pontevedra de fútbol. Fue una gran época".
armando álvarez | Faro de Vigo